viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo 9: La Infección es Salvación

Los infectados los rodeaban, ya no había escapatoría para ninguno de ellos, o eso era lo que creían.

-Malditos monstruos... -farfulló Tom omirándoles con odio.

-Montruos... -dijo uno de los N.S. que estaba ahi presentes para sorpresa de todos.

-Puede hablar... -murmuró otro de los científicos.

El N.S. sonrió y caminó hacia ellos abriendose paso entre los demás contagiados quienes aparentemente le respetaban mucho.

-Han pasado muy pocos días para que crean que ya saben todo sobre nosotros -dijo el hombre infectado. Ahora intentan también buscar una cura.

-No podemos permitir que el mundo de esta enfermedad de locos... todo sería un caos, por eso buscamos la manera de pararla de una vez por todas. Más de veinte años de investigación no se tirarán a la basura ahora que por fin tenemos las muestras que necesitamos. Es nuestra obligación salvar al mundo.

-Salvar al mundo... ya veo; pero me atrevo a pensar que ustedes hacia lo único que sienten obligación es al reconocimiento y a la fama internacional -dijo el N.S. sonriendo a medias.

-¿Treinta años? -dijo Erik de repente sin quitar la mirada de Tom.

Paulina miró a su alrededor buscando algún punto débil entre los contagiados para poder escapar. Pero la pregunta de Erik llamó más su atención.

-Verás, no es la primera vez que sucede esto en algún lugar recóndito del planeta -dijo uno de los científicos-. La primera vez se desató una epidemia parecida en una pequeña aldea escondida en Africa. Los síntomas eran parecidos, la gente se volvía loca, parecía perder la cordura y atacaban incluso a sus más cercanos. Todos ellos fueron aniquilados por fuerzas extranjeras, no dejando rastro alguno, lo que hizo más difícil la investigación. Luego en un olvidado pueblo Alemán, ahora los contagiados tenían actitudes diferentes, parecían convivir entre ellos; pero cualquiera ajeno a su población era inmediatamente eliminado. Fue en ese instante en que nos dimos cuenta que era un tipo de insecto el que transmitía la extraña enfermedad. Este insecto tenía la capacidad de viajar miles de kilometros, pudiendo llegar a vivir más de diez semanas en cualquier tipo de ambiente adaptándose en poco tiempo. La última vez que sucedió fue en Japón, pero esta vez en una ciudad no muy grande, aunque fue un hecho aislado, ya que afectó a un sólo hombre. Este sujeto fue capaz de asesinar a toda su familia, incluyendo a cuatro de una docena de policías que intentaron detenerle en plena calle. Cuando fue abatido una equipo especial de científicos le examinaron encontrando su cerebro atrofiado. Parecía que al contagiarse el virus comenzaba a destruir las células cerebrales desembocando al final en una muerte segura. Pero aquí descubrimos algo muy especial, después de uno días los N.S. aun no mueren, siendo que sus cerebros deberían estar agotados. Deberían desaparecer sin necesidad de cura, pero este sucedo ha ameritado que nos concentremos en la fabricación de una.

-Esto debería ser comunicado al mundo, para que todos estén preparados -dijo Paulina una vez que el científico dejó de hablar.

-Se ha informado, obviamente, pero sólo a los líderes mundiales -contestó Tom sonriendo-. Otra cosa es que ellos no se hayan encargado de hacer público todo esto para tomar las medidas necesarias.

-Pero aun así ustedes no han hecho nada -reclamó Erik.

-No es nuestro problema... -contestó Tom.

-Claro que lo es, de otra forma no estarían en este lugar arriesgando sus vidas -refutó Paulina.

-Así es -apoyó el N.S.

Todos se quedaron en silencio, habían olvidado la naturaleza de quienes los rodeaban. En ese momento Erik miró atentamente al N.S. que podía hablar.

-Me pareces conocido... -le dijo con algo de temor.

-Claro, muchacho -respondió el sujeto con felicidad, como si hubiese estado esperando aquel momento desde la llegada-. Soy yo, Juan, el viejo que te salvó en las afueras de la granja de tu familia.

-Juan... pero estás... más joven y pensé que los N.S. te habían matado cuando escapabamos por la calle -dijo Erik confundido.

-Si, pero bueno, yo sabía que no lo harían -dijo y después sonrió con satisfacción-. Bien, tu ya sabes toda esa pequeña aventura que tuve en el bosque mientras tu dormías en la cabaña después de haberte salvado el pellejo. El asunto es que mientras intentaba encontrar la fuente de los extraño ruidos que había oído sentí un piquete en mi espalda. Me sacudí tanto como pude para que el maldito que me había picado cayera al suelo y rematarle de un pisotón. Entonces me encontre con un bicho enorme de color verde moribundo. El me había picado. Al poco rato me sentí extraño, como si hubiese estado enfermo; pero al mismo tiempo sentía que mis sentidos se gudizaban, que de alguna forma estaba cambiando. Encontré a unos amigos del pueblo y un policía vagando por el lugar, caminaba por el bosque hasta llegar a la ciudad más cercana en busca de ayuda. Entonces esos deseos de matarles se apoderaron de mi, era extraño, pero me sentía bien. Mi cuerpo se fortaleció y yo entendí que se debía al piquete del insecto, me di cuenta de que estaba contagiado de la misma enfermedad, pero no había perdido la cordura o algo parecido como se creía. Los maté para probarme a mi mismo, los maté con mis propias manos, ni siquiera tuve que utilizar el rifle y me sentí bien, emocionado a decir verdad. Preparé toda una historia, tenía que sonar convincente, pues quería volver al almacén donde estabas para matarte. Pero entonces en el último momento, antes de abrir la puerta cambié de opinión. Sabía que plantearías un plan de escape, que al mismo tiempo sería demasiado peligroso. Eso gracias a las ansias de aventura y adrenalina de la juventud. Tenía que ser convincente. En el momento en que nos persiguieron creo que me dejé llevar un poco e hice notar mi cambio al llegar a correr incluso más rápido que tú. Por suerte me di cuenta a tiempo y me quedé atrás como si estuviese muy cansado. Los N.S. pasaron a mi lado sin hacerme caso alguno, corrieron hacia ti hasta que desapareciste gracias a esos dos miliatares.

-Recuerdo eso, también me pareció extraño que corrieras tan rápido para la edad que tienes... o tenías -dijo Erik un poco sorprendido por la historia que Juan contaba.

-Intenté reunir a los contagiados que más pude, todos estaban dispersos, parecían ovejas sin su pastor, pero yo había llegado al fin. La infección en mi actuó de otra forma, me salvó después de todo. Me hizo rejuvenecer de alguna manera que no he podido lograr entender muy bien, pero con esto he podido hacer que todos los contagiados formaran una comunidad. Estaba seguro de que llegarían a matarlos, pero sentí pena por ellos. De todas formas ya eramos como hermanos. No se pueden comunicar muy bien, debido a las razones que explicó antes el científico; pero a mi me entienden muy bien y me respetan como su líder, ellos saben ahora que tenemos oportunidad en contra de ustedes. Lo único que conservan es la voluntad para sobrevivir, no son caníbales, pero si tinen hambre comerán cualquier cosa que encuentren y que se vea sabrosa, como la carne por ejemplo. Matan porque se sienten amenazados, al final son como nosotros en los momentos en que nuestra vida depende de matar o morir. Al final, la infección es salvación para algunos de nosotros.

Todos se quedaron perplejos, ahora sabían más acerca de la enfermedad y de lo que sentían sus portadores. Los científicos siempre habían observado con frialdad, preocupándose sólo del virus en sí, pero no de sus continentes. Ahora sabían que tenían un gran parecido.
Tom rió a carcajadas tomando por sorpresa a quienes lo rodeaban y haciendo que Juan arqueara una ceja en signo de molestía.

-Puede que lo que dices sea verdad, pero tus amigos, familia o quién quiera que sean también nos amenazan a nosotros, por eso deben ser exterminados. Verás, los humanos somos la raza que domina este planeta, somos superiores, debes entender que los cerebros de estas bestias están atrofiados, nunca podrán llegar a desarrollar civilizaciones tan grandes como las nuestras, jamás podrán inventar o cosas parecidas. Después de todo son simples enfermos que no tienen otra cura que ser eliminados, a menos que permitas que desarrollemos una dándonos a uno de tus N.S. para poder experimentar.

Juan sonrió y se burló del científico, pues jamás permitiría aquello, para eso había llegado hasta ese lugar, no para observar lo que sucedía, sino para impedir que la cura fuese fabricada a base de torturas a sus, ahora, hermanos.

-Sabía que algo así pasaría... maten a los científicos -ordenó con tranquilidad a los contagiados que los rodeaban.

Fueron tomados y sacados fuera de la tienda de campaña. Merecían morir, según Juan, por oponerse a ellos, no podía permitir que sobreviviera, incluso habían pensado en aumentar la población de contagiados, pero para eso necesitaban la ayuda de los insectos, pues eran los únicos capaces de transmitir el virus.
Sólo los gritos se escucharon, la carne siendo rasgada con las propias manos de los infectados, no se lo comerían o algo parecido, pero los hacían sufrir mientras los mataban.

-Tú eres como ellos, piensas exterminar a otros para sobrevivir, no hay diferencia entre los pensamientos de esos científicos y tus desquiciadas ideas -dijo Paulina con enfado.

Juan se molestó por el comentario reflejandolo en la expresión de su rostro y estuvo a punto de ordenar que la mataran, pero en ese momento Erik se colocó por delante de ella.

-Muchacho -dijo Juan ahora sonriendo a medias-, te busqué por todo el hospital, pensé que por esas cosas de la vida habrías muerto por los N.S. hasta que me di cuenta de que te tenían en cautiverio estos monstruos. Por cierto, creo que asesiné a uno de tus amigos, un militar en la sala de seguridad. No fue difícil dar vuelta su rostro de una patada.

-¡Maldito! -exclamó Paulina al momento que se lanzaba contra él.

Juan detuvo el puño de la mujer sin dificultad a unos cuantos centímetros de su rostro, luego la sostuvo del brazo y con gran fuerza la mandó a volar por toda la tienda.

-Mi fuerza, al igual como sucedió con los otros, aumentó considerablemente. No hay alguien que me pueda detener de esa forma y tampoco toleraré que se atrevan a tocarme.

-Que arrogante... eso es lo que provocará tu muerte... -dijo Erik al momento en que sacaba un arma que llevaba oculta bajo su camisa y disparó al hombro de Juan quien soltó un horrible grito de dolor.

Erik corrió hacia Paulina y le ayudó a ponerse de pie, luego salieron de la tienda por la parte de atrás para no encontrarse con los N.S. que habían salido para matar a los científicos.

-Por suerte se la quité a uno de los soldados cuando nos escoltaban hacia este lugar -celebró Erik sonriente mientras corría junto a Paulina a toda velocidad por el bosque.

-No podemos volver a la ciudad, no tenemos escapatoria. Con ese tal Juan tras nuestros pasos no podremos llegar a la siguiente ciudad.

-Si lo haremos, queda una opción -contradijo Erik-. El automóvil en el que llegué, aun funciona, pero está un poco lejos de aquí; en la granja de mi familia.

Paulina asintió confiando en el plan del muchacho, de todas formas era lo único que sonaba cuerdo a esas alturas. Siguieron corriendo mientras escuchaban los incontables gritos de los N.S. por todo el bosque intentando alcanzarles por orden de Juan.

No hay comentarios.: