El sonido de varios disparos le despertaron sobresaltado. Abrió los ojos, pensando que todo había sido una horrible pesadilla, que su familia y todo lo de enfermedad eran parte de una desquiciada fantasía. Pero no, no era así, pues se vio rodeado de cajas y barriles, lo mismo que había visto antes de quedarse dormido. Otro disparo a lo lejos, entonces se colocó de pie rápidamente, el viejo no estaba en ningún lado. Miró por la ventana con cautela, pero no había nadie afuera.
Se quedó durante el resto del día, vigilando el lugar y esperando escuchar más disparos, pero eso no sucedió.
-Me muero de hambre... -murmuró mientras buscaba algo para comer dentro del almacén.
La noche cayó y el viejo, que el día anterior lo había rescatado, no aparecía.
Pensó en salir, pues ahora que estaba oscuro podría ocultarse fácilmente entre los arbustos si alguno de los humanos contagiados le encontraba. Entonces, recordó los disparos que había escuchado durante la mañana, en ese instante la puerta del almacén se abrió lentamente. Con extrema cautela, Erik se escondió detrás de unos barriles.
-¿Estás aquí? -preguntó una voz grave, la que encontró conocida.
Era el viejo, que llegaba con un rifle en sus manos, tal y como si hubiese ido de cacería. Erik salió de sus escondite y se lo encontró de frente, con un aspecto cansado y cabizbajo.
-Lo estaba esperando... -dijo Erik mirándole con suma atención- ¿dónde ha estado?
El viejo Juan se sentó en el piso de madera y dejó el rifle a un lado, apoyado en la pared y se dispuso a responder:
-Durante la madrugada escuché algunos ruidos muy cerca de este lugar, creí que nos habían encontrado los infectados. Decidí salir a echar un vistazo por los alrededor, pero no quise despertarte, dormías con tanto afán que preferí dejarte. Cuando estuve en el bosque me encontré con dos de mis amigos del pueblo y un policía; según el policía, un grupo de militares había dejado un camión muy cerca de este lugar, y pretendían llegar a el. Verás, en estas situaciones un humano sólo se preocupa de su bienestar, me había alejado lo suficiente de esta casa como para perder demasiado tiempo en volver a buscarte, ellos esperarían por mi.
Erik arqueó una ceja y el viejo sonrió a medias.
-Lo siento, pero es la verdad. Me uní a ellos y caminamos hasta el lugar donde se encontraría el vehículo. Pronto amaneció y nos convertimos en presas fáciles para los contagiados. Apuramos el paso y llegamos a nuestro destino, pero sólo nos encontramos con un camión descompuesto y con los cuerpos descuartizados de varios militares. Esas criaturas, son tan salvajes que no descansan hasta verte hecho pedazos. Sin otra cosa que hacer, les hable sobre este almacén y decidieron acompañarme. Nos adentramos en lo profundo del bosque para no ser encontrados, pero al mediodía nos vimos rodeados, venían de todas partes, corriendo y gimiendo con desesperación. Fui el único que logró escapar, pero no pude llegar de inmediato aquí, tuve que subir a un árbol y esperar a que se dispersaran; entonces se hizo de noche y ya no me buscaron más, fue ahí cuando me escabullí hasta llegar nuevamente aquí.
El viejo parecía trastornado luego de contar la historia, era algo que le había dejado, sin duda, en un estado muy alto de desesperación y alteración.
-Yo no quiero morir aquí... -dijo de repente Erik.
El viejo le observó desconcertado, tal vez el muchacho deseaba escapar, pero hacer cualquier movimiento sin pensarlo bien era de un desquiciado.
-¿Qué pretendes? -preguntó el viejo.
-Ir al pueblo, por supuesto... -contestó Erik con firmeza.
-¡Estás loco! -exclamó el viejo con sorpresa.
-Baje la voz... -pidió Erik al mismo tiempo que miraba por la ventana.
El viejo meneo la cabeza, desaprobando la idea del muchacho.
-Si vamos al pueblo podríamos encontrar una posibilidad de salvarnos, aquí, en esta vieja casucha, no podemos hacer nada...
-El pueblo es donde comenzó todo esto, debe estar infestado, además, podríamos contraer la enfermedad, tal vez está en el aire o algo así.
-No lo creo, de esa forma estaríamos contagiados también, y andaríamos por ahí correteando a otros como animales.
-Típico de los jóvenes...
El viejo se quedó pensando en la idea del muchacho unos instantes. Por una parte era cierto lo que decía, eso de morir en el almacén no era buena idea, y era cuestión de tiempo que los infectados los encontraran; pero ir al pueblo, donde podrían encontrar una mayor cantidad de sujetos con ansías de asesinarles, era algo que merecía meditación.
-Sin un auto no llegaremos a ningún lugar, y en el pueblo podremos encontrar uno, además están los teléfonos. Existe la posibilidad de que alguien de afuera venga a buscarnos. No es algo que necesita de tanta reflexión, creo.
El viejo se decidió, de alguna forma el chico le había convencido; él no era un cobarde y si moría, lo haría por lo menos enfrentándose a esas cosas o buscando una vía de escape.
Juan se levantó y sacó un reloj antiguo de bolsillo que miró atentamente.
-Son las nueve en punto de la noche, es buena hora para dirigirse al pueblo. Por cierto -dijo mientras metía se llevaba la mano a la espalda-, uno de mis amigos tiró esto al suelo y lo recogí, será de gran ayuda.
El viejo Juan entregó una pistola a Erik, quien la miró con atención, no era muy diferente de la que había perdido en la granja.
-Si no tienes buena puntería, intenta disparar a la rodilla... -aconsejó Juan al momento que abría la puerta de la casa.
Erik no guardó el arma, se la llevó en la mano por si cualquier cosa sucedía.
En realidad ir al pueblo tampoco le apetecía mucho, pero era la única forma de encontrar una posible vía de escape. Ni siquiera la pistola le hacía sentir seguro, ya nada lo haría.
Salieron los dos sigilosamente de la casa, dejando la puerta abierta y se adentraron en el bosque. Protegidos por los grandes árboles y arbustos caminaron a paso rápido, intentado no hacer demasiado ruido. Generalmente el viaje al pueblo desde esos lugares tardaba una hora a pie, no habría problema, pues la noche les cobijaba.
Juan sacó el reloj antiguo cuando estuvo en lo alto de una colina, donde al parecer terminaba el bosque. Erik llegó a su lado jadeando, cansado por la subida y agotado de estar evitando a cada momento llamar la atención, pues en el camino se habían topado con varios infectados, que gracias a la oscuridad y los arbustos, no les habían descubierto.
-Son casi las once de la noche, nos hemos tardado más de lo necesario -dijo Juan en voz baja-. Ahí está el pueblo; parece demasiado espeluznante, estoy seguro de que cualquier personas en sus cabales no entraría ahí jamás. Espero que no sea mucho peor que el almacén. Bueno, así sería si no nos descubren.
-¿Quieres viajar siempre de noche y durante el día esconderte sobre un árbol? -preguntó Erik mirándole de reojo.
-Es una opción muchacho, es una opción... -contestó el viejo sonriendo a medias.
-Debemos bajar de aquí... -dijo Erik mirando hacia abajo.
-Sígueme -ordenó Juan.
Caminaron colina abajo hasta encontrarse con las primeras casas de la comunidad. Eran todas de color blanco, con techos de tejas rojas y pequeñas cercas celestes que delimitaban el terreno de cada vivienda.
-Tendremos que entrar en una de las casas y luego salir a la calle, pero supongo que eso no es muy conveniente -dijo el viejo mientras pasaba a través de los arbustos del patio trasero de una de las casas.
Erik le siguió sin decir nada. El lugar estaba hundido en el completo silencio, ni un gemido, ni un grito proveniente de los contagiados con la enfermedad salvaje. Caminaron a través del patio, pasando entre algunos juguetes rotos y manchados de sangre.
-Que... desastre... -murmuró Erik.
Juan se detuvo en seco, Erik hizo lo mismo. El viejo observaba atentamente hacia la casa; la ventana de la puerta trasera estaba rota y las del segundo piso se encontraban abiertas.
-¿Qué sucede? -preguntó Erik en voz baja.
-Algo se ha movido dentro, lo he visto en la ventana del segundo piso... -respondió Juan con una expresión de miedo en su rostro.
Al verle, Erik se asustó aun más, si el viejo moría él se quedaría solo y estaba seguro de que no duraría mucho tiempo vagando por el pueblo.
Juan apuntó con el rifle a la puerta trasera, esperando a que apareciera quien los había observado desde el segundo piso de la casa.
Al lado de la puerta había un ventanal a través del cual se podía ver un poco el comedor de la casa. Erik apuntó con su armas a ese lugar. El brazo le temblaba, ni siquiera tenía una puntería muy buena como para matarle en el primer intento, no esperaba mucho de sus habilidades para manejar la pistola, además el nerviosismo y miedo que sentía afectaba a todo su cuerpo.
De pronto se escapó un disparo, Erik temblaba por completo, había disparado contra el ventanal, provocando un estruendoso sonido que probablemente se había oído en todo el barrio, dado el silencio sepulcral que reinaba.
-¡Idiota! -exclamó con furia Juan.
Un sujeto apareció por el lugar en el que antes se había encontrado el ventanal y se les quedó mirando unos segundos, para luego gritar y correr hacia ellos velozmente. Juan apuntó con el rifle y disparo cuando el individuo estaba cerca. La bala había penetrado justo en medio de la frente, lo había matado. Pero aun no estaban completamente a salvo, pues en ese instante varios gritos y chillidos se escucharon muy cerca del lugar.
-¡Corre! -gritó Juan a Erik.
Pasaron por un lado de la casa, saltaron la pequeña cerca de madera y llegaron a la calle. Miraron a ambos lados, debían saber de donde vendrían sus perseguidores antes de echar a correr.
-No aparecen... -murmuró el viejo.
-¡Por allá! -gritó Erik apuntando hacia una casa de la que salían tres mujeres corriendo hacia ellos.
Erik y Juan empezaron a correr hacia el otro extremo de la calle desesperadamente, mientras que más y más personas contagiadas se sumaban a la persecución; salían desde las calles y de las casas, todas con un fin diferente, matar o comer, pero ambos igual de terribles.
Erik se giró para disparar, pero el viejo le gritó:
-¡No lo hagas, no gastes balas, sólo concéntrate en correr!
-¡¿Qué haremos?! -exclamó Erik.
-¡Correr hasta encontrar algún lugar seguro! -respondió el viejo que extrañamente era muy rápido para su edad.
Pero de pronto, algo falló en él, se hizo más y más lento, Erik le sobrepasó en la carrera. Se giró para ver que le sucedía, pero Juan le ordenó que continuara. El muchacho hizo caso sin dudarlo. Momentos después volvió a mirar hacia atrás, pero esta vez Juan ya no estaba y los contagiados avanzaban, sin signos de rendirse, hacia él.
Cuando iba saliendo del barrio y a punto de rendirse, dos militares, con mascaras para soportar los gases, aparecieron frente a el. Erik se lanzó al piso para evitar que le dispararan. Uno de los sujetos le ayudó a ponerse de pie mientras el otro baleaba a sus perseguidores.
Todo se hizo confuso en ese momento, sólo vio que se adentraba en un lugar oscuro a través del asfalto, guiado por quien le había ayudado. Después de eso se desmayó.
viernes, 2 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Buenisima!!! Bravo bravisimo!!!.. esto tienes que publicarlo... te deja esas ganas de querer seguir sabiendo que va a pasar con el muchacho, me lo imagino de hartas formas, nunca parecido a nadie, con la ropa sucia, las rodillas rasgas.. bastante buena la historia... creo que por mi falta de atencion al primer capitulo, a la gente la contagian o solo se la comen o la matan?.. bueno detalles que te preguntare luego... pero Juan tiene que salvarse!! no se vale, viejo loco pero defensor pos... igual son buenas las descripciones que haces, me gustan pq igual dejas un poco para imaginar.. me agrada, me gusta mucho!! y sigue adelante que quiero puro saber!!!
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