jueves, 13 de diciembre de 2007

Capítulo 7: El Equipo de Rescate

Paulina miró el cuerpo del hombre que vestía una bata blanca y le reconoció; era el doctor de la identificación que antes había encontrado en el suelo del pasillo. Siguió caminando con cuidado, ahora la luz le acompañaba, aunque también podía ser perjudicial, sería un blanco fácil si se quedaba sin munición y no tendría muchos lugares donde esconderse.

Al final del pasillo se hayó frente a una oficina bastante desordenada, como si alguien hubiese estado buscando algo desesperadamente. Por el piso se encontraban regados varios archivos y carpetas amarillas que contenían los registros de los enfermos que ingresaban; Paulina se agachó para recogerlas, pero lamentablemente estaban vacías. En ese instante escuchó ruidos en el pasillo, parecía que varias personas corrían hacia el lugar, pero desde el otro extremo del pasillo. Paulina gateó hasta el escritorio y se escondió detrás de éste junto al cuerpo destrozado de una mujer.

-Por ahí... yo por acá...


Quiénes quiera que hayan estado en el pasillo se separaron y sólo uno se quedó fuera de la oficina para revisar, pues al parecer se había percatado del desorden de la habitación. Paulina preparó su revolver, pero en ese momento varios disparos se oyeron desde la recepción en la que antes ella había estado junto a Jorge y Erik. Segundos después al sujeto que se había quedado recibió una llamada por radio.

-Habla el Armadillo, cambio.

-Aquí el Halcón -respondió el extraño en la oficina-, informa, cambio.

-Una gran cantidad de contagiados han entrado en el hospital -se oyó otra ráfaga de disparos-, son demasiados, pero creo que podemos contra ellos... espera... ¡aaaahggg!

-Maldición... -farfulló el extraño con rabia.

-¡Baja el arma y coloca tus manos donde yo pueda verlas! -exigió Paulina de repente al salir de detrás del escritorio sorprendiendo al sujeto que le apuntó de inmediato.

El extraño se quedó en silencio y apuntando con su rifle a la muchacha sin siquiera demostrar vacilación.

-¿Qué te hace pensar que no dispararé? -preguntó el sujeto con la misma voz grave que ella había oído antes.

Paulina le observó con detenimiento, estaba vestido completamente de negro, cargaba otras dos armas más pequeñas, una en el cinturon y otra sujeta al muslo. Tenía cabello rubio, ojos verdes y una cicatriz en la mejilla que apenas se le notaba debido a una mascarilla que ocultaba su nariz y su boca.

-¿Eres del equipo de rescate? -preguntó Paulina sin dejar de apuntar.

-¿Quién quiere saber? -preguntó el extraño con tono burlón.

-Contesta mi pregunta... -exigió Paulina apretando con fuerza el arma.

-Soy el lider del grupo de rescate, capitán Luxemburg, encargado de sacar de este maldito infierno a los científicos que fueron enviados junto a algunos militares para extraer muestras de la enfermedad.

-Para la cura... ¿no es cierto?

Luxemburg no respondió, pero la forma de una pequeña sonrisa a medias se dibujó através del protector de boca y nariz que llevaba.

Erik se levantó, aquel manotazo del muchacho le había dolido bastante, poseía una fuerza anormal. Apuntó a penas con el arma y disparó otras dos veces, pero nada sucedía, el chico se acercaba a él sonriendo con alegría, tanto que llegaba a ser espeluznante; babeaba constantemente y de vez en cuando se tambaleaba un poco.

-No podras... escapar... -jadeo el chico.

-¡¿Quién eres?! -preguntó Erik al momento que quedó atrapado entre el muchacho y el muro.

-Yo nací aquí... en esta sala -respondió y se detuvo para mirar a su alrededor-. Estaba destinado a morir tarde o temprano por una enfermedad en mi corazón. Ir al bosque de campamento con mis amigos fue lo que me cambiaría para siempre, como ya te has dado cuenta -sonrió y pasó su brazo izquierdo por la boca para quitar un poco de saliva que le chorreaba-. Me adentré entre los árboles para explorar el lugar y de repente caí en un hoyo; estuve inconsciente un rato y al despertar sentí picazón en el cuello, entonces me di cuenta de que algo me había picado. Me asusté un poco al principio, pero luego comenzé a experimentar cambios en mi cuerpo, mi piel se volvió pálida y por alguna razón extraña el intenso dolor en el pecho al agitarme desapareció. Pero no sólo eso sucedió, mi fuerza se incrementó y pude salir sin ayuda de aquel agujero. No le conté de eso a ninguno de mis amigos. Al poco tiempo de volver al lugar donde estaban reunidos me desmayé y vine a parar a este hospital, donde muchas personas habían sido internadas por síntomas similares. Cuando desperté me escabullí y me escondí en una sala. Pude oír algunos gritos y disparos, personas que pasaban corriendo de un lado a otro fuera de la habitación en la que estaba. Después de un rato una mujer apareció desde el ducto de ventilación, creo que pretendía escapar por la ventana de aquel lugar, y se encontró conmigo. Fue en ese instante en que el deseo de atacarla, de destruirla, de morderla y razgar su carne con el sólo objetivo de satisfacer esa sensación inundó todo mi ser. No me pude resistir y al terminar con ella me sentí completo, más vivo de lo que jamás me había sentido antes.

-Estás... enfermo -dijo Erik con expresión de asco.

-Eso es lo que diría cualquiera, pero la enfermedad que algún animal me transmitió salvó mi vida. Hay muchos contagiados con la misma, pero ninguno de ellos a llegado al mismo estado que yo. Corren por ahí buscando que destruir, de vez en cuando se comunican entre ellos con gemidos, aunque durante las últimas horas los he visto mucho más organizados. Tal vez ellos tomen el control desde ahora en adelante.

-Eso no...

-Claro que sucederá -interrumpió el chico-. Durante estos días he visto a docenas de militares y policías caer muertos por esos seres inferiores. No tengo la menor idea de la existencia de nuevos contagiados, pero me he percatado de que esta enfermedad no se transmite por medio de los infectados.

En ese instante se oyeron varios disparos provenientes desde los pasillos y las salas cercanas; el chico miró hacia la puerta y Erik intentó escapar nuevamente pasando por su lado, pero el muchacho no se había descuidado y rápidamente lo tomó por el cuello con fuerza.

-Deberías haber escuchado... con atención lo que te he contado; no puedes contra mi superioridad -dijo el muchacho contagiado sonriendo.

Su piel era pegajosa, parecía estar hecha sólo de saliva, sus venas de un color azul muy oscuro resaltaban con cada aprentón que daba al cuello de Erik, quien luchaba inutilmente contra su agresor.

-Hace dos días comí a un infectado que pasaba por aqui corriendo, al parecer ellos se han dado cuenta de mi presencia y me temen; fue el primero en pasar desde que la epidemia afectó al pueblo. No he comido desde entonces... -agregó con entusiasmo.

La boca desfigurada por los crecidos dientes del muchacho se abrió para dar el primer bocado al pecho de Erik. En ese momento un disparo directo al tobillo le hizo tambalear y caer al suelo soltando a Erik de inmediato.

-Maldito monstruo... -farfulló Paulina, quien apuntaba desde la puerta de la habitación.

Erik corrió hacia ella tan rápido como pudo tosiendo y sujetandose el cuello, donde las manos del muchacho habían quedado marcadas.

-¡Rápido, debemos largarnos de este lugar, se acercan más! -adivirtió Luxemburg que aparecía desde una esquina corriendo desesperadamente.

-¿Dónde... está Jorge? -preguntó Erik algo ahogado.

-Muerto... -contestó Paulina mientras lo tomaba del brazo y comenzaba a correr trás Luxemburg.

Corrieron velozmente a través del pasillo sin detenerse o mirar atrás, sabían que los perseguían, pues a unos cuantos metros oían los horribles gemidos de los N.S. acercándose.

-Espero que hayan despejado la puerta... -murmuró Luxemburg.

Paulina se percató de que el capitán decía algo en voz baja, pero no pudo escuchar bien debido a los gritos de los N.S.

-¡Ahí hay una puerta! -exclamó Erik.

No muy lejos de donde estaban el pasillo terminaba y había una enorme puerta de hierro. La alcanzaron justo a tiempo. El capitán comenzó a empujar la pesada puerta, Erik le ayudó mientras Paulina disparaba a los N.S. que corrían hacia ellos sonrientes por alguna razón que ella no deseaba saber.

-¡Con fuerza! -gritó Luxemburg al mismo tiempo que la puerta comenzaba a abrirse gracias al esfuerzo empleado por ambos.

Sin duda de que el traspasar la salida les llevó un segundo aquel momento pareció durar varios mintos, como si la situación se hubiese detenido en el tiempo. Los N.S. acercándoseles lentamente, mientras ellos apenas podían correr por sus vidas. Al salir la luz del sol les cegó y de un empujón Erik y Paulina cayeron al suelo seguidos por el capitán. Oyeron una ráfaga de disparos interminables sobre ellos, y luego el sonido de varios cuerpos que caían cerca de ellos.

-¡Capitán! -exclamó alguien al terminar de disparar.

Paulina abrió los ojos y vió a varios hombres vestidos de forma similar a Luxemburg apuntando con sus rifles hacia la puerta y hacia ellos.
Luxemburg se colocó de pie ayudado por, al parecer, uno de sus subordinados.

-Es una alegría verlo con vida, señor. Pensamos que había muerto junto a su equipo dentro del hospital.

-¿Qué hacemos con ellos, señor? -preguntó otro soldado acercándose hacia Paulina y Erik sin dejar de apuntar con el arma.

Luxemburg se quitó el protector que cubría su boca y parte de su nariz, luego miró a ambos con desagrado.

-Llévenlos con el viejo, el sabrá que hacer -respondió el capitan.

Cuatro sujetos se acercaron a Erik y Paulina mientras estos se colocaban de pie. Les quitaron las armas que llevaban y los condujeron hacia los árboles de la parte trasera del hospital; desde ese punto comenzaba el bosque.

-Que otro grupo de seis entré en el hospital -ordenó el capitán Luxemburg-. Hay que encontrar a esos científicos a toda costa, son nuestro objetivo principal.

El supuesto equipo de rescate había llegado, pero parecía que tramaban algo más. Aun buscaban a los científicos, pues Paulina en ningún momento le había mencionado la muerte de estos al capitán, ya que pensó que sería una buena idea mantenerlo en secreto, por si las dudas.
Algunos entraron y otros se quedaron fuera protegiendo la única vía de escape que tenían sus compañeros si se veían atrapados, pero ya habían perdido a un grupo adentro y ni siquiera tenían pista alguna sobre los científicos que buscaban, se suponía que debían estar ahí esperando.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Capítulo 6: El Hospital

Jorge levantó la pesada tapa de hierro, la que afortunadamente no estaba trabada, y salieron los tres sigilosamente a un oscuro callejón solitario.
Paulina desenfundó su pistola rápidamente y apuntó hacia las esquinas, cerciorándose de que nadie los estuviese vigilando.

-Despejado... -murmuró la muchacha.

Eran las seis de la madrugada y dentro de muy poco la luz del sol cubriría todo el pueblo, dejándolos descubiertos frente a los residentes contagiados.

-Sólo a dos calles desde aquí... -dijo Jorge en voz baja sonriendo.

Paulina se acercó a la esquina del callejón y observó el lugar, pero no había nadie, ni siquiera un sólo contagiado vagando por ahí.

-Está todo... vacío, no veo a nadie... -murmuró a Jorge y Erik que se acercaban despacio hacia ella desde atrás.

-Hay una calle en frente, debemos ir por ahí y estaremos de inmediato en el hospital -dijo Jorge apuntando hacia adelante.

-Yo cruzaré primero, luego de unos segundos me siguen -ordenó Paulina para luego correr hacia la otra calle lo más rápido posible y sin hacer ruido alguno.

Logró hacerlo, nada había salido mal; Jorge y Erik le siguieron al instante. Se refugiaron nuevamente en las sombras de la calle. Caminaron lentamente, uno tras de otro, hasta que llegaron a punto en el que podían observar el hospital.

-Ahí está -murmuró Erik.

Se acercaron al final del callejón, nuevamente se encontraron con el lugar desierto, sin ninguna pista de los N.S.

-Crucemos todos al mismo tiempo ahora -propuso Jorge con entusiasmo.

-No, pueden descubrirnos si lo hacemos... -contradijo Paulina mirando fijamente hacia el hospital.

-No hay tiempo de discutir -interrumpió Erik al mismo tiempo que se echaba a correr hacia el edificio.

Jorge le siguió dejando a Paulina atrás.
Por un segundo Erik miró a su alrededor, hacia unas tiendas comerciales cercanas al hospital, entonces se sorprendió al ver a alguien muy parecido a Juan, pero más joven.
Erik se detuvo e hizo señas a Jorge y Paulina para que se detuvieran donde el estaba.

-El viejo que antes... -miró de nuevo y él individuo ya no estaba.

-¿Quién? -preguntó Jorge en voz baja.

Erik guardó silencio, sólo miraba fijamente hacia el lugar donde había visto a Juan.

-Déjalo, está alucinando -se burló Paulina-. Debemos entrar ahora en el hospital, no podemos quedarnos aquí a admirar la escena.

La chica continuó hasta la entrada del hospital, mientras Jorge daba un empujón a Erik para que siguiera avanzando.
Paulina empujó muy despacio una de las puertas hacia dentro con pistola en mano y lista para disparar a cualquier N.S. que se les cruzara.

-¡Excelente! -celebró en voz baja- afortunadamente está abierta.

Entraron con sigilo; había una puerta en el muro de la derecha a unos cuantos metros de la entrada principal que decía "SEGURIDAD".

-Jorge -llamó Paulina en voz baja mientras avanzaba con el arma en alto hacia adelante-, revisa esa habitación.

Jorge obedeció de inmediato sin titubear y se acercó a la puerta de la sala de seguridad. La abrió lentamente y luego con total rapidez apuntó su arma hacia adentro.

-Está muy obscuro, no puedo ver nada -murmuró mientras ingresaba.

-Jorge... -llamó Erik mientras apuntaba tembloroso con el arma hacia todos lados.

-Mira -dijo Paulina señalando con el arma a unos cuantos metros de ellos.

Erik bajó el arma un poco dudoso y miró hacia donde la chica le indicaba. Era el cadáver de un hombre tirado en el pasillo, con un agujero de bala en el cráneo. Parecía estar ahí desde hacía algunos días atrás.
En ese momento Jorge salió de la pequeña sala de seguridad, con un sonrisa a medias dibujada en el rostro.

-¿Qué sucede? -preguntó Paulina.

-Hay varios monitores para observar los pasillos y principales salas del hospital, incluido este lugar. Si logramos que enciendan podremos tener cubiertos todos los puntos del edificio, así sabríamos con certeza en que lugar estará el equipo de evacuación cuando llegue. Lamentablemente no hay energía eléctrica. Debe haber algún generador en este lugar para casos de emergencia.

-Hay que encontrarlo -dijo Paulina-. Tú te quedarás en esta sala cubriéndola, sería fatal encontrarnos con sorpresas al regreso. Erik y yo nos divideremos, pues hay dos pasillos principales, uno que va a la izquierda y otro a la derecha.

-Es común que el generador se encuentre en alguna bodega en la parte de atrás del hospital, incluso, podría ser que esté en el patio trasero en algún edificio más pequeño; si así es, entonces será más difícil de llegar.

Erik asintió no muy convencido, explorar el hospital no era algo muy grato, especialmente cuando debías estar preparado para morir en cualquier momento, era complicado aceptar eso.

-Ve por la derecha, Erik -dijo Paulina-; yo tomaré la izquierda. Intenta apuntar bien a sus órganos vitales, te he visto sostener el arma con demasiada ligereza; ni que fueras una chica.

Erik frunció el ceño, sujetó el arma con fuerza y la levantó apuntando hacia adelante; así se dirigió al pasillo derecho y desapareció entre las sombras de éste.

-Ten cuidado Paulina... -advirtió Jorge antes de entrar en la sala de seguridad y cerrar la puerta con seguro.

La chica no alcanzó a responderle, aunque tampoco lo deseaba, no le gustaba que los demás pensaran que no se podía cuidar, siendo que se había graduado de la academia militar como la mejor de todos.

-Maldición... -farfulló Erik.

El muchacho caminaba nervioso por el oscuro pasillo, no alcanzaba a ver mucho, sólo lo que sus ojos podían permitirle al acostumbrarse a la penumbra. El corazón le palpitaba con fuerza, parecía que saldría volando a través de su pecho. Avanzó sin dejar de pensar que en cualquier momento podía aparecer un contagiado y atacarle. No quería morir después de que había sobrevivido incluso en situaciones en que no pensó que lo haría, como en la granja o al llegar al pueblo.
De pronto se encontró con una puerta entre abierta al lado izquierdo del pasillo. Se acercó sin hacer ruido, tembloroso y asustado. La empujó con el arma hasta abrirla por completo y se quedó unos segundos mirando hacia dentro, como si estuviese paralizado. Parecía ser una sala de operaciones, había una camilla y varios utensilios como jeringas y objetos cortantes, pero sin señal de alguien, eso le reconfortó.

Al pisar los restos de vidrio de una ventana rota se detuvo de golpe y apuntó con el arma a todos lados. Miró al suelo y se percató de unas manchas de sangre gracias a la naciente luz del amanecer. Bajó el arma y se agachó para tocar el piso; la sangre ya estaba seca, parecía de hace unos días atrás. Continuó por el pasillo y un poco más adelante se encontró con una identificación en el piso.

-Doctor... Estefano Jott... -murmuró al leer la tarjeta cubierta por la mitad de sangre.

En ese momento un ruido proveniente más adelante en el corredor le alertó. Paulina guardó la identificación en su bolsillo y apuntó el arma en dirección a las sombras. Pronto se escucharon pasos, cada vez más rápidos que se dirigían hacia ella. Entonces después de unos segundos dos hombres aparecieron corriendo, uno que vestía una bata blanca y otro de pantalones rasgados y camisas salpicada en sangre. Paulina disparó dos veces.

Erik se quedó inmóvil debido al miedo cuando escuchó los disparos provenientes de algún lugar del hospital. Ni siquiera pensó en salir de la sala de operaciones, se quedó temblando y deseando que ningún N.S. le atacara.

-Soy un maldito cobarde... -murmuró con enfado.

Cerró los ojos y apretó los dientes con fuerza, no quería estar en ese lugar, no quería que todo terminara así, quería despertar si es que estaba teniendo una pesadilla, pero todo era tan real. Entonces sujetó el arma con fuerza y recordó a su familia, aniquilada por la enfermedad, él no quería terminar así.

-Sal de aquí... -dijo a sí mismo en voz baja.

Se dispuso a salir rápidamente de la sala, pero alguien le bloqueó el paso; parecía un muchacho de menor edad que él, con cabello negro y corto, ojos azul pálido. Su piel era blanca, como la de un muerto, sus venas sobresalían con un color verdoso. Se podía apreciar claramente un agujero del tamaño de una moneda en su cuello.
Erik retrocedió, pasmado ante la figura del muchacho que lo miraba y sonreía como un desquiciado. No intentó disparar, sino que huir, el chico lucía extraño, no era igual que los otros que tenían la enfermedad; parecía una mutación de la misma.
El chico ingresó en la sala y juntó la puerta tras de sí.

-Hambre... -dijo el chico mientras se acercaba cada vez más.

Erik se echó hacia atrás, apuntó con el arma y disparo tres veces sin tener un objetivo claro. Tres agujeros más se abrieron en el cuerpo del muchacho, uno en el pecho, otro en el vientre y otro en el brazo izquierdo; pero no sucedió nada. Erik intentó huir pasando a un lado del chico, pero este de un fuerte manotazo, con fuerza sobrehumana, le mando a volar por la habitación.

Jorge empuñó su arma al escuchar primero dos disparos y minutos después otros tres. Era obvio para él que Erik y Paulina se habían encontrado con algún contagiado, el problema que surgía ahora era que el ruido atraería a más. Pensó en salir a ayudarles, pero tenía que quedarse para despejar el lugar por cualquier cosa que pudiese suceder. De pronto tocaron la puerta suavemente. Aquello le extraño, era posible que al ser descubierto los contagiados se avalanzaran sobre ella hasta romperla.

-¿Qué demonios...? -farfulló al acercarse a la puerta.

El pomo comenzó a girar, alguien intentaba entrar, entonces soltó el arma y lo sujetó con fuerza. Pero por su mente pasaron Paulina y Erik, podían ser ellos, aunque era poco probable, ya que le hablarían en ese caso. De repente quien deseaba entrar atravesó la puerta de un puñetazo logrando también golpear a Jorge y hacerle retroceder. La puerta se abrió de golpe y un extraño individuo, delgado, de barba negra, ojos color marrón y piel pálida ingresó sonriente.
No parecía ser un N.S. y Jorge preguntó:

-¿Quién eres?

-Soy Juan; antiguamente un viejo, ahora un hombre nuevo -respondió.

Jorge se lanzó a los pies de Juan, donde estaba la pistola que antes había tirado, pero el sujeto de una patada le dio vuelta el rostro causándole la muerte inmediatamente. El cuerpo de Jorge cayó sin vida a los pies del sonriente Juan.

-Nada personal... ahora sólo faltan dos...

Juan salió victorioso de la sala, entonces varios contagiados entraron por la puerta principal causando alboroto y corriendo hacia los caminos que antes Paulina y Erik habían tomado.