Paulina miró el cuerpo del hombre que vestía una bata blanca y le reconoció; era el doctor de la identificación que antes había encontrado en el suelo del pasillo. Siguió caminando con cuidado, ahora la luz le acompañaba, aunque también podía ser perjudicial, sería un blanco fácil si se quedaba sin munición y no tendría muchos lugares donde esconderse.
Al final del pasillo se hayó frente a una oficina bastante desordenada, como si alguien hubiese estado buscando algo desesperadamente. Por el piso se encontraban regados varios archivos y carpetas amarillas que contenían los registros de los enfermos que ingresaban; Paulina se agachó para recogerlas, pero lamentablemente estaban vacías. En ese instante escuchó ruidos en el pasillo, parecía que varias personas corrían hacia el lugar, pero desde el otro extremo del pasillo. Paulina gateó hasta el escritorio y se escondió detrás de éste junto al cuerpo destrozado de una mujer.
-Por ahí... yo por acá...
Quiénes quiera que hayan estado en el pasillo se separaron y sólo uno se quedó fuera de la oficina para revisar, pues al parecer se había percatado del desorden de la habitación. Paulina preparó su revolver, pero en ese momento varios disparos se oyeron desde la recepción en la que antes ella había estado junto a Jorge y Erik. Segundos después al sujeto que se había quedado recibió una llamada por radio.
-Habla el Armadillo, cambio.
-Aquí el Halcón -respondió el extraño en la oficina-, informa, cambio.
-Una gran cantidad de contagiados han entrado en el hospital -se oyó otra ráfaga de disparos-, son demasiados, pero creo que podemos contra ellos... espera... ¡aaaahggg!
-Maldición... -farfulló el extraño con rabia.
-¡Baja el arma y coloca tus manos donde yo pueda verlas! -exigió Paulina de repente al salir de detrás del escritorio sorprendiendo al sujeto que le apuntó de inmediato.
El extraño se quedó en silencio y apuntando con su rifle a la muchacha sin siquiera demostrar vacilación.
-¿Qué te hace pensar que no dispararé? -preguntó el sujeto con la misma voz grave que ella había oído antes.
Paulina le observó con detenimiento, estaba vestido completamente de negro, cargaba otras dos armas más pequeñas, una en el cinturon y otra sujeta al muslo. Tenía cabello rubio, ojos verdes y una cicatriz en la mejilla que apenas se le notaba debido a una mascarilla que ocultaba su nariz y su boca.
-¿Eres del equipo de rescate? -preguntó Paulina sin dejar de apuntar.
-¿Quién quiere saber? -preguntó el extraño con tono burlón.
-Contesta mi pregunta... -exigió Paulina apretando con fuerza el arma.
-Soy el lider del grupo de rescate, capitán Luxemburg, encargado de sacar de este maldito infierno a los científicos que fueron enviados junto a algunos militares para extraer muestras de la enfermedad.
-Para la cura... ¿no es cierto?
Luxemburg no respondió, pero la forma de una pequeña sonrisa a medias se dibujó através del protector de boca y nariz que llevaba.
Erik se levantó, aquel manotazo del muchacho le había dolido bastante, poseía una fuerza anormal. Apuntó a penas con el arma y disparó otras dos veces, pero nada sucedía, el chico se acercaba a él sonriendo con alegría, tanto que llegaba a ser espeluznante; babeaba constantemente y de vez en cuando se tambaleaba un poco.
-No podras... escapar... -jadeo el chico.
-¡¿Quién eres?! -preguntó Erik al momento que quedó atrapado entre el muchacho y el muro.
-Yo nací aquí... en esta sala -respondió y se detuvo para mirar a su alrededor-. Estaba destinado a morir tarde o temprano por una enfermedad en mi corazón. Ir al bosque de campamento con mis amigos fue lo que me cambiaría para siempre, como ya te has dado cuenta -sonrió y pasó su brazo izquierdo por la boca para quitar un poco de saliva que le chorreaba-. Me adentré entre los árboles para explorar el lugar y de repente caí en un hoyo; estuve inconsciente un rato y al despertar sentí picazón en el cuello, entonces me di cuenta de que algo me había picado. Me asusté un poco al principio, pero luego comenzé a experimentar cambios en mi cuerpo, mi piel se volvió pálida y por alguna razón extraña el intenso dolor en el pecho al agitarme desapareció. Pero no sólo eso sucedió, mi fuerza se incrementó y pude salir sin ayuda de aquel agujero. No le conté de eso a ninguno de mis amigos. Al poco tiempo de volver al lugar donde estaban reunidos me desmayé y vine a parar a este hospital, donde muchas personas habían sido internadas por síntomas similares. Cuando desperté me escabullí y me escondí en una sala. Pude oír algunos gritos y disparos, personas que pasaban corriendo de un lado a otro fuera de la habitación en la que estaba. Después de un rato una mujer apareció desde el ducto de ventilación, creo que pretendía escapar por la ventana de aquel lugar, y se encontró conmigo. Fue en ese instante en que el deseo de atacarla, de destruirla, de morderla y razgar su carne con el sólo objetivo de satisfacer esa sensación inundó todo mi ser. No me pude resistir y al terminar con ella me sentí completo, más vivo de lo que jamás me había sentido antes.
-Estás... enfermo -dijo Erik con expresión de asco.
-Eso es lo que diría cualquiera, pero la enfermedad que algún animal me transmitió salvó mi vida. Hay muchos contagiados con la misma, pero ninguno de ellos a llegado al mismo estado que yo. Corren por ahí buscando que destruir, de vez en cuando se comunican entre ellos con gemidos, aunque durante las últimas horas los he visto mucho más organizados. Tal vez ellos tomen el control desde ahora en adelante.
-Eso no...
-Claro que sucederá -interrumpió el chico-. Durante estos días he visto a docenas de militares y policías caer muertos por esos seres inferiores. No tengo la menor idea de la existencia de nuevos contagiados, pero me he percatado de que esta enfermedad no se transmite por medio de los infectados.
En ese instante se oyeron varios disparos provenientes desde los pasillos y las salas cercanas; el chico miró hacia la puerta y Erik intentó escapar nuevamente pasando por su lado, pero el muchacho no se había descuidado y rápidamente lo tomó por el cuello con fuerza.
-Deberías haber escuchado... con atención lo que te he contado; no puedes contra mi superioridad -dijo el muchacho contagiado sonriendo.
Su piel era pegajosa, parecía estar hecha sólo de saliva, sus venas de un color azul muy oscuro resaltaban con cada aprentón que daba al cuello de Erik, quien luchaba inutilmente contra su agresor.
-Hace dos días comí a un infectado que pasaba por aqui corriendo, al parecer ellos se han dado cuenta de mi presencia y me temen; fue el primero en pasar desde que la epidemia afectó al pueblo. No he comido desde entonces... -agregó con entusiasmo.
La boca desfigurada por los crecidos dientes del muchacho se abrió para dar el primer bocado al pecho de Erik. En ese momento un disparo directo al tobillo le hizo tambalear y caer al suelo soltando a Erik de inmediato.
-Maldito monstruo... -farfulló Paulina, quien apuntaba desde la puerta de la habitación.
Erik corrió hacia ella tan rápido como pudo tosiendo y sujetandose el cuello, donde las manos del muchacho habían quedado marcadas.
-¡Rápido, debemos largarnos de este lugar, se acercan más! -adivirtió Luxemburg que aparecía desde una esquina corriendo desesperadamente.
-¿Dónde... está Jorge? -preguntó Erik algo ahogado.
-Muerto... -contestó Paulina mientras lo tomaba del brazo y comenzaba a correr trás Luxemburg.
Corrieron velozmente a través del pasillo sin detenerse o mirar atrás, sabían que los perseguían, pues a unos cuantos metros oían los horribles gemidos de los N.S. acercándose.
-Espero que hayan despejado la puerta... -murmuró Luxemburg.
Paulina se percató de que el capitán decía algo en voz baja, pero no pudo escuchar bien debido a los gritos de los N.S.
-¡Ahí hay una puerta! -exclamó Erik.
No muy lejos de donde estaban el pasillo terminaba y había una enorme puerta de hierro. La alcanzaron justo a tiempo. El capitán comenzó a empujar la pesada puerta, Erik le ayudó mientras Paulina disparaba a los N.S. que corrían hacia ellos sonrientes por alguna razón que ella no deseaba saber.
-¡Con fuerza! -gritó Luxemburg al mismo tiempo que la puerta comenzaba a abrirse gracias al esfuerzo empleado por ambos.
Sin duda de que el traspasar la salida les llevó un segundo aquel momento pareció durar varios mintos, como si la situación se hubiese detenido en el tiempo. Los N.S. acercándoseles lentamente, mientras ellos apenas podían correr por sus vidas. Al salir la luz del sol les cegó y de un empujón Erik y Paulina cayeron al suelo seguidos por el capitán. Oyeron una ráfaga de disparos interminables sobre ellos, y luego el sonido de varios cuerpos que caían cerca de ellos.
-¡Capitán! -exclamó alguien al terminar de disparar.
Paulina abrió los ojos y vió a varios hombres vestidos de forma similar a Luxemburg apuntando con sus rifles hacia la puerta y hacia ellos.
Luxemburg se colocó de pie ayudado por, al parecer, uno de sus subordinados.
-Es una alegría verlo con vida, señor. Pensamos que había muerto junto a su equipo dentro del hospital.
-¿Qué hacemos con ellos, señor? -preguntó otro soldado acercándose hacia Paulina y Erik sin dejar de apuntar con el arma.
Luxemburg se quitó el protector que cubría su boca y parte de su nariz, luego miró a ambos con desagrado.
-Llévenlos con el viejo, el sabrá que hacer -respondió el capitan.
Cuatro sujetos se acercaron a Erik y Paulina mientras estos se colocaban de pie. Les quitaron las armas que llevaban y los condujeron hacia los árboles de la parte trasera del hospital; desde ese punto comenzaba el bosque.
-Que otro grupo de seis entré en el hospital -ordenó el capitán Luxemburg-. Hay que encontrar a esos científicos a toda costa, son nuestro objetivo principal.
El supuesto equipo de rescate había llegado, pero parecía que tramaban algo más. Aun buscaban a los científicos, pues Paulina en ningún momento le había mencionado la muerte de estos al capitán, ya que pensó que sería una buena idea mantenerlo en secreto, por si las dudas.
Algunos entraron y otros se quedaron fuera protegiendo la única vía de escape que tenían sus compañeros si se veían atrapados, pero ya habían perdido a un grupo adentro y ni siquiera tenían pista alguna sobre los científicos que buscaban, se suponía que debían estar ahí esperando.
jueves, 13 de diciembre de 2007
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