Jorge levantó la pesada tapa de hierro, la que afortunadamente no estaba trabada, y salieron los tres sigilosamente a un oscuro callejón solitario.
Paulina desenfundó su pistola rápidamente y apuntó hacia las esquinas, cerciorándose de que nadie los estuviese vigilando.
-Despejado... -murmuró la muchacha.
Eran las seis de la madrugada y dentro de muy poco la luz del sol cubriría todo el pueblo, dejándolos descubiertos frente a los residentes contagiados.
-Sólo a dos calles desde aquí... -dijo Jorge en voz baja sonriendo.
Paulina se acercó a la esquina del callejón y observó el lugar, pero no había nadie, ni siquiera un sólo contagiado vagando por ahí.
-Está todo... vacío, no veo a nadie... -murmuró a Jorge y Erik que se acercaban despacio hacia ella desde atrás.
-Hay una calle en frente, debemos ir por ahí y estaremos de inmediato en el hospital -dijo Jorge apuntando hacia adelante.
-Yo cruzaré primero, luego de unos segundos me siguen -ordenó Paulina para luego correr hacia la otra calle lo más rápido posible y sin hacer ruido alguno.
Logró hacerlo, nada había salido mal; Jorge y Erik le siguieron al instante. Se refugiaron nuevamente en las sombras de la calle. Caminaron lentamente, uno tras de otro, hasta que llegaron a punto en el que podían observar el hospital.
-Ahí está -murmuró Erik.
Se acercaron al final del callejón, nuevamente se encontraron con el lugar desierto, sin ninguna pista de los N.S.
-Crucemos todos al mismo tiempo ahora -propuso Jorge con entusiasmo.
-No, pueden descubrirnos si lo hacemos... -contradijo Paulina mirando fijamente hacia el hospital.
-No hay tiempo de discutir -interrumpió Erik al mismo tiempo que se echaba a correr hacia el edificio.
Jorge le siguió dejando a Paulina atrás.
Por un segundo Erik miró a su alrededor, hacia unas tiendas comerciales cercanas al hospital, entonces se sorprendió al ver a alguien muy parecido a Juan, pero más joven.
Erik se detuvo e hizo señas a Jorge y Paulina para que se detuvieran donde el estaba.
-El viejo que antes... -miró de nuevo y él individuo ya no estaba.
-¿Quién? -preguntó Jorge en voz baja.
Erik guardó silencio, sólo miraba fijamente hacia el lugar donde había visto a Juan.
-Déjalo, está alucinando -se burló Paulina-. Debemos entrar ahora en el hospital, no podemos quedarnos aquí a admirar la escena.
La chica continuó hasta la entrada del hospital, mientras Jorge daba un empujón a Erik para que siguiera avanzando.
Paulina empujó muy despacio una de las puertas hacia dentro con pistola en mano y lista para disparar a cualquier N.S. que se les cruzara.
-¡Excelente! -celebró en voz baja- afortunadamente está abierta.
Entraron con sigilo; había una puerta en el muro de la derecha a unos cuantos metros de la entrada principal que decía "SEGURIDAD".
-Jorge -llamó Paulina en voz baja mientras avanzaba con el arma en alto hacia adelante-, revisa esa habitación.
Jorge obedeció de inmediato sin titubear y se acercó a la puerta de la sala de seguridad. La abrió lentamente y luego con total rapidez apuntó su arma hacia adentro.
-Está muy obscuro, no puedo ver nada -murmuró mientras ingresaba.
-Jorge... -llamó Erik mientras apuntaba tembloroso con el arma hacia todos lados.
-Mira -dijo Paulina señalando con el arma a unos cuantos metros de ellos.
Erik bajó el arma un poco dudoso y miró hacia donde la chica le indicaba. Era el cadáver de un hombre tirado en el pasillo, con un agujero de bala en el cráneo. Parecía estar ahí desde hacía algunos días atrás.
En ese momento Jorge salió de la pequeña sala de seguridad, con un sonrisa a medias dibujada en el rostro.
-¿Qué sucede? -preguntó Paulina.
-Hay varios monitores para observar los pasillos y principales salas del hospital, incluido este lugar. Si logramos que enciendan podremos tener cubiertos todos los puntos del edificio, así sabríamos con certeza en que lugar estará el equipo de evacuación cuando llegue. Lamentablemente no hay energía eléctrica. Debe haber algún generador en este lugar para casos de emergencia.
-Hay que encontrarlo -dijo Paulina-. Tú te quedarás en esta sala cubriéndola, sería fatal encontrarnos con sorpresas al regreso. Erik y yo nos divideremos, pues hay dos pasillos principales, uno que va a la izquierda y otro a la derecha.
-Es común que el generador se encuentre en alguna bodega en la parte de atrás del hospital, incluso, podría ser que esté en el patio trasero en algún edificio más pequeño; si así es, entonces será más difícil de llegar.
Erik asintió no muy convencido, explorar el hospital no era algo muy grato, especialmente cuando debías estar preparado para morir en cualquier momento, era complicado aceptar eso.
-Ve por la derecha, Erik -dijo Paulina-; yo tomaré la izquierda. Intenta apuntar bien a sus órganos vitales, te he visto sostener el arma con demasiada ligereza; ni que fueras una chica.
Erik frunció el ceño, sujetó el arma con fuerza y la levantó apuntando hacia adelante; así se dirigió al pasillo derecho y desapareció entre las sombras de éste.
-Ten cuidado Paulina... -advirtió Jorge antes de entrar en la sala de seguridad y cerrar la puerta con seguro.
La chica no alcanzó a responderle, aunque tampoco lo deseaba, no le gustaba que los demás pensaran que no se podía cuidar, siendo que se había graduado de la academia militar como la mejor de todos.
-Maldición... -farfulló Erik.
El muchacho caminaba nervioso por el oscuro pasillo, no alcanzaba a ver mucho, sólo lo que sus ojos podían permitirle al acostumbrarse a la penumbra. El corazón le palpitaba con fuerza, parecía que saldría volando a través de su pecho. Avanzó sin dejar de pensar que en cualquier momento podía aparecer un contagiado y atacarle. No quería morir después de que había sobrevivido incluso en situaciones en que no pensó que lo haría, como en la granja o al llegar al pueblo.
De pronto se encontró con una puerta entre abierta al lado izquierdo del pasillo. Se acercó sin hacer ruido, tembloroso y asustado. La empujó con el arma hasta abrirla por completo y se quedó unos segundos mirando hacia dentro, como si estuviese paralizado. Parecía ser una sala de operaciones, había una camilla y varios utensilios como jeringas y objetos cortantes, pero sin señal de alguien, eso le reconfortó.
Al pisar los restos de vidrio de una ventana rota se detuvo de golpe y apuntó con el arma a todos lados. Miró al suelo y se percató de unas manchas de sangre gracias a la naciente luz del amanecer. Bajó el arma y se agachó para tocar el piso; la sangre ya estaba seca, parecía de hace unos días atrás. Continuó por el pasillo y un poco más adelante se encontró con una identificación en el piso.
-Doctor... Estefano Jott... -murmuró al leer la tarjeta cubierta por la mitad de sangre.
En ese momento un ruido proveniente más adelante en el corredor le alertó. Paulina guardó la identificación en su bolsillo y apuntó el arma en dirección a las sombras. Pronto se escucharon pasos, cada vez más rápidos que se dirigían hacia ella. Entonces después de unos segundos dos hombres aparecieron corriendo, uno que vestía una bata blanca y otro de pantalones rasgados y camisas salpicada en sangre. Paulina disparó dos veces.
Erik se quedó inmóvil debido al miedo cuando escuchó los disparos provenientes de algún lugar del hospital. Ni siquiera pensó en salir de la sala de operaciones, se quedó temblando y deseando que ningún N.S. le atacara.
-Soy un maldito cobarde... -murmuró con enfado.
Cerró los ojos y apretó los dientes con fuerza, no quería estar en ese lugar, no quería que todo terminara así, quería despertar si es que estaba teniendo una pesadilla, pero todo era tan real. Entonces sujetó el arma con fuerza y recordó a su familia, aniquilada por la enfermedad, él no quería terminar así.
-Sal de aquí... -dijo a sí mismo en voz baja.
Se dispuso a salir rápidamente de la sala, pero alguien le bloqueó el paso; parecía un muchacho de menor edad que él, con cabello negro y corto, ojos azul pálido. Su piel era blanca, como la de un muerto, sus venas sobresalían con un color verdoso. Se podía apreciar claramente un agujero del tamaño de una moneda en su cuello.
Erik retrocedió, pasmado ante la figura del muchacho que lo miraba y sonreía como un desquiciado. No intentó disparar, sino que huir, el chico lucía extraño, no era igual que los otros que tenían la enfermedad; parecía una mutación de la misma.
El chico ingresó en la sala y juntó la puerta tras de sí.
-Hambre... -dijo el chico mientras se acercaba cada vez más.
Erik se echó hacia atrás, apuntó con el arma y disparo tres veces sin tener un objetivo claro. Tres agujeros más se abrieron en el cuerpo del muchacho, uno en el pecho, otro en el vientre y otro en el brazo izquierdo; pero no sucedió nada. Erik intentó huir pasando a un lado del chico, pero este de un fuerte manotazo, con fuerza sobrehumana, le mando a volar por la habitación.
Jorge empuñó su arma al escuchar primero dos disparos y minutos después otros tres. Era obvio para él que Erik y Paulina se habían encontrado con algún contagiado, el problema que surgía ahora era que el ruido atraería a más. Pensó en salir a ayudarles, pero tenía que quedarse para despejar el lugar por cualquier cosa que pudiese suceder. De pronto tocaron la puerta suavemente. Aquello le extraño, era posible que al ser descubierto los contagiados se avalanzaran sobre ella hasta romperla.
-¿Qué demonios...? -farfulló al acercarse a la puerta.
El pomo comenzó a girar, alguien intentaba entrar, entonces soltó el arma y lo sujetó con fuerza. Pero por su mente pasaron Paulina y Erik, podían ser ellos, aunque era poco probable, ya que le hablarían en ese caso. De repente quien deseaba entrar atravesó la puerta de un puñetazo logrando también golpear a Jorge y hacerle retroceder. La puerta se abrió de golpe y un extraño individuo, delgado, de barba negra, ojos color marrón y piel pálida ingresó sonriente.
No parecía ser un N.S. y Jorge preguntó:
-¿Quién eres?
-Soy Juan; antiguamente un viejo, ahora un hombre nuevo -respondió.
Jorge se lanzó a los pies de Juan, donde estaba la pistola que antes había tirado, pero el sujeto de una patada le dio vuelta el rostro causándole la muerte inmediatamente. El cuerpo de Jorge cayó sin vida a los pies del sonriente Juan.
-Nada personal... ahora sólo faltan dos...
Juan salió victorioso de la sala, entonces varios contagiados entraron por la puerta principal causando alboroto y corriendo hacia los caminos que antes Paulina y Erik habían tomado.
lunes, 3 de diciembre de 2007
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